La lluvia, la gran aliada del entretenimiento
Zumaia, 65 millones de años a plena vista
Es difícil hacerse una idea de la magnitud que encierran los paisajes kársticos y el flysch de Urola Kosta, que se extienden a lo largo de 14 kilómetros de costa. Incluso desde el mirador de la playa de Itzurun, donde termina el paseo del mismo nombre en Zumaia, la experiencia queda incompleta. “Espera a que bajemos a la arena…”, advierte Violeta Bandrés, guía local de ‘Begi-Bistan’. Y no le falta razón. La marea baja ha dejado al descubierto la rasa intermareal, donde aún llega la espuma de las olas que rompen con fuerza a escasos metros. Y al elevar la vista se observa una legión de acantilados de pliegues rocosos que se precipitan al mar.
“Estamos en Urola Kosta, el Geoparque de la Costa Vasca, que engloba los municipios de Zumaia, Deba y Mutriku. Se trata de un territorio con gran concentración de fenómenos geológicos, que está declarado Patrimonio de la UNESCO”, arranca su explicación Bandrés, cargada con una carpeta repleta de fotos y dibujos que hacen entender mejor el lugar donde nos encontramos. “Lo que hace único este sitio es que podemos ver de manera continua y analizada cómo ha ido evolucionando la composición geológica y fósil de la Tierra durante un periodo de 60 millones de años: desde las más antiguas, de hace 110 millones de años en Mutriku, a las más jóvenes –es un decir– con 50 millones en Zumaia”.
Hay que tener en cuenta que esta región se encontraba bajo un mar tropical, a unos 1.000 metros de profundidad, y todo el material sedimentado a lo largo de milenios emergió a la superficie tras el plegamiento alpino, de ahí esas formaciones verticales tan fotogénicas. “El mar ha hecho el resto, erosionando y moldeando los flysch, generando grutas en las paredes o tumbándolas, dando lugar a las rasas intermareales o plataformas de abrasión”, como la de Itzurun o las cercanas de Sa Coneta y Algorri. En esta última se localizó hace tiempo una minúscula línea de iridio, un material poco frecuente en la corteza terrestre pero abundante en el espacio. “Con 66 millones de años, se cree que son las salpicaduras del meteorito que cayó en la península del Yucatán y que provocó la quinta, y por ahora última, gran extinción que acabó con el 80 % de las especies que existían en la Tierra, entre ellas los dinosaurios”, explica la guía, que asegura que la capa encontrada tiene un ancho inferior al canto de una moneda de euro.
Lo que sí se ve, sin problemas, desde Punta Algorri son unas puestas de Sol de cine. Y hablando de celuloide, la ermita de San Telmo que se asoma al abismo allí arriba no ha dejado de recibir turistas durante estos últimos años gracias a la película Ocho apellidos vascos, pues aquí fue donde los protagonistas tratan de casarse. Últimamente muchos visitantes se han visto atraídos por el rodaje de una de las temporadas de Juego de Tronos, pues en esta playa es donde el enano Tyrion Lannister recibe a Jon Nieve cuando arriba a Rocadragón.
Remo en las laureadas ‘Kanpa’ y ‘Txiki’
Hay dos cosas que llaman la atención al visitante cuando llega por primera vez a Orio: sus empinadas calles, donde fortalecer gemelos y glúteo, y el protagonismo del color amarillo: en las señales de tráfico municipales, en banderas colgadas de los balcones, en los uniformes deportivos… “Es el color del equipo de remo de la localidad. Si en todo el Cantábrico hay pasión por las competiciones de traineras, aquí hay devoción. Hasta a los niños se les enseña en las escuelas que amarillo se dice ¡Aúpa Orio!”, cuenta entre sonrisas Oihane Ucin, compañera de Bandrés.
En el majestuoso Arraunetxe –centro de tecnificación de remo y piragüismo de 6.000 metros cuadrados en la ribera del Oria– esta mañana entrenan cuatro jóvenes remeros en los ergómetros. Les acompaña el olímpico Ibon Urbieta, que a sus 52 años conservó hasta hace poco el récord mundial en esta máquina. En las instalaciones, el equipo de ‘Begi-Bistan’ cuenta con bateles (para 4 personas), trainerillas (6) y traineras (13); entre estas últimas las más apreciadas, por su historia, son Kanpa y Txiki. “La primera es la que más torneos ha ganado en la célebre Bandera de La Concha, que se disputa los dos primeros domingos de septiembre”, señala Ucin.
Son muchos los grupos de amigos y empresas que se animan a practicar este deporte, que además de fuerza requiere coordinación. Para los que no cuenten con cuadrilla para completar la trainera, se puede apostar por el descenso del Oria en kayak, 8 km de recorrido por un paisaje natural de gran belleza desde Aguinaga, en el vecino municipio de Usúrbil. “Es todo un milagro que se puede hacer ahora esta actividad gracias al proyecto de recuperación que se hizo hace años del río, uno de los más contaminados de Europa en la década de los 60 del pasado siglo”, recuerda Violeta.
El besugo al estilo Orio
Y tras una mañana de deporte, toca reponer energías en Urola Kosta. Y en esta zona, como en casi toda Gipuzkoa, la parrilla es la reina. Desde bien temprano está encendida la que maneja Iñaki Zendoia en ‘Katxiña’, una bodega-restaurante rodeada de 8 hectáreas de viñedos propios de txacolí y con vistas espectaculares al río y el pueblo de Orio. Hoy nos recibe un buen chaparrón, por lo que será difícil tomarse el aperitivo ante esta panorámica, aunque el calor que desprende la hoguera del patio –con troncos de roble que corta el cuñado aizkolari– anima a algún comensal a tomarse el primer vino bajo la protección del paraguas.
“Nacimos en un asador, como quien dice”, confiesa Izaskun, la hermana. Sus padres, José Miguel y Pilar, regentaron durante 40 años una parrilla en la parte alta de Orio. En 2014, los hijos apostaron por profesionalizar la bodega del caserío familiar “y elaborar el txakoli del aita” con las cepas de uva autóctona Hondarrabi Zuri. Las barricas de acero donde se cría el vino y consigue su peculiar txinparta (burbuja) se observan desde el comedor del restaurante, repleto un miércoles de principios de diciembre.
Aquí la especialidad sigue siendo el besugo al estilo Orio, con su majada de aceite, vinagre, ajos y guindillas –”aunque el toque personal de cada casa se guarda en secreto”, confiesa el parrillero–. Además de besugo, lenguados, rapes, rodaballos, pez rey (con su cresta pelirroja) de las cofradías de Pasajes de San Juan y Getaria desfilan por las mesas, así como los txipirones a la brasa con sus tentáculos y cabezas a lo Pelaio (cebollita pochada), el begi haundi (un calamar de Donosti) y, en temporada, las alcachofas, los hongos o las habitas.
Balenciaga y Elcano rivalizan en turistas
De parrillas también entienden bastante en Getaria. Esta villa tradicional de pescadores ha logrado, en las últimas décadas, aunar con éxito gastronomía y turismo y convertir su puerto y sus asadores en lugar de peregrinación. Si a eso le sumamos la presencia de dos ilustres hijos predilectos, el plan es redondo. Cristóbal Balenciaga Eizaguirre nació aquí en 1985, “y siendo un niño se hizo con el favor y mecenazgo de los marqueses de Casa Torre, después de que le diseñara a la marquesa un traje para ir a misa”, cuenta Xabier Fernández, coordinador del Museo del diseñador. Abierto en 2011, cuenta con más de 1.200 prendas donadas por clientas y herederos, como los de la incondicional reina Fabiola de Bélgica, “que se van exhibiendo de manera rotativa junto a otras exposiciones relativas al mundo de la moda”.
El otro guetarense predilecto es Juan Sebastián Elcano, el marino que logró dar la primera vuelta al mundo, en una expedición de cinco naves que partió de Sevilla en agosto de 1519. “El quinto centenario de este acontecimiento ha atraído a muchos visitantes a la zona”, admite Fernández. “Las voces de los vientos marinos traen el alma desconocida de Elkano. Las voces tramposas de los vientos marinos…“. Es la única pista que ha recibido en su móvil el grupo que llama a la puerta de la escape room que organiza ‘eXperientziak‘ en el centro del pueblo. “Hasta aquí podéis contar”, insiste Olaya Landa, copropietaria de la empresa. La aventura pone en valor el trabajo en equipo, la intuición, la templanza… “incluso saca tensiones cuando hay mucha confianza entre los participantes”, reconoce.
Un hotel con ‘txoko gourmet’
Entre las muchas opciones de alojamientos que ofrece Getaria, una de las más demandadas últimamente es el ‘Hotel San Prudentzio’. Las hermanas Nerea y Ainhoa Lazkano tomaron las riendas de este negocio familiar hace seis años. “Con nuestros abuelos y aitas, esta era una casa de comidas muy popular a las afueras de Getaria. Ahora hemos apostado por un hotel con una atención muy familiar”, apunta la menor de las dos.
Las diez habitaciones con las que cuentan tienen vistas a los viñedos de txakoli y al mar Cantábrico, con la silueta del cercano Ratón (monte San Antón) o del más apartado monte Igueldo de Donosti. Durante el invierno, la terraza cede su protagonismo al comedor con chimenea. Ahí está el txoko gourmet, un self service disponible para los huéspedes durante todo el día con platos fríos y calientes elaborados con productos de km 0, como el bonito, las antxoas y las sardinillas de Getaria, el jamón de los cerdos Maskarada, los tomates del huerto propio o el txakoli que elaboran con sus propias viñas.